Los labios agazapados en búsquedas infinitas, latiendo a corazones propios, a cortejos que se elevan, que se caen, que se mueren, que renacen. Labios que se camuflan entre palabras de una prosa a merced del retorno de un beso sagrado. Si nos buscamos entre los brazos, después del beso, hallaremos el refrendo de los mártires suspiros, de las sílabas que sólo tú y yo extrañamos. Porque vale la pena ser retoño de un amor infinito, porque vale la pena seguir esta bienaventurada instrucción de la vida.
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