Efecto #Edu | Por David Solís Sánchez
La industria tiene expectativas bien planteadas sobre cada uno de sus productos. Y su objetivo ya lo sabemos, es vender. Apple por ejemplo, pensó en un nuevo lanzamiento que enriqueciera la gama de sus productos, como siempre manteniéndose a la vanguardia en su ramo y buscando funcionalidades que hicieran de su invención algo fantástico. Cuando surgió la primera generación de sus tabletas comenzó un afán por corresponderlas y con el fin de utilizarlas se fueron produciendo aplicaciones diversas: comunicativas, financieras, de consulta, de entretenimiento, educativas, etc.
El uso de una Tablet en el aula sigue siendo debatible incluso por algunos docentes. Hay quienes piensan que sólo puede ser el sustituto de un libro; que sólo sirve para mapear, dibujar o usarlo de pizarra electrónica; otros creen que es un producto que, como muchas otras tecnologías, entorpece el proceso de enseñanza-aprendizaje porque hay acceso a la red y por la tanto un mundo de distracciones. Es de carácter obligatorio analizar nuestros contextos para decidir el éxito de actividades con el uso de una herramienta electrónica: estudiar la aplicación a emplear para conocer los límites y alcances de la misma, guiar detalladamente el trabajo para cumplir competencias específicas y muchas otras funciones docentes que son básicas para concebir una clase con herramientas digitales. De aquí que no se puede olvidar la regla de oro: No utilices con tus alumnos lo que tú jamás has usado.
La intervención tecnológica en las aulas o fuera de ellas es un trabajo duro. Una tableta tiene grandes posibilidades de uso en la educación, desde ser un visualizador de contenidos hasta una creadora de productos de aprendizaje. La clave se forja desde una planeación revisada de donde emane una situación didáctica que aproveche el acceso digital cumpliendo los objetivos deseados.
El recorrido de experimentación de apps suele ser cansado y toma tiempo, lamentablemente se tiene que hacer. No sólo se trata de buscar en la red y aplicar la primera opción; por ejemplo, si se quiere un mapa conceptual tal vez el buscador nos lleve a las más utilizadas pero ello no será indicativo de que nos sirva a nosotros, la mayoría de ocasiones una app con otra –aunque el producto sea el mismo- tiene pequeñas diferencias que las hace extraordinarias, ya sea por el formato, la visualización, las funciones u otros elementos que hagan más fácil su manejo. Ahora bien, antes de llegar al mundo de las aplicaciones es menester reconocer lo que nos deja hacer o no nuestra tableta.
Existen aplicaciones no genéricas. Reconociendo nuestro sistema operativo -iOS o Android- podemos maniobrar sin obstáculos. No excluyo ninguno, ambos me gustan. Sin bien es cierto Apple es elitista, se necesita dinero para acceder no sólo a buenas apps exclusivas de su Store sino de los mismos aditamentos: un conector para TV o para un proyector nos genera un gasto considerable. Pero no negamos que el sistema operativo es muy aceptable y su pantalla adquiere una calidad excelente. Por consiguiente su gran desventaja de costos es lo que consideró la competencia, hoy en día la producción de tabletas con sistema Android es enorme, con ello se aúna una serie de ventajas para el estudiante y el profesor: son baratas, hay una lista inmensa de aplicaciones gratuitas, muchas contienen puertos usb o incluso hdmi, etc.
Ciertamente por los comparativos uno fácilmente se puede unir al grupo de usuarios Android. Además hay un punto interesante de las diversas actividades aplicadas con ambos sistemas: dado el auge de la telefonía con Android (que obviamente se vende más que el iPhone) los estudiantes se familiarizan más rápido con una tableta con este sistema operativo y a veces la selección de apps se vuelve más nutritiva porque ellos aportan ideas y hacen sugerencias para futuras clases. Eso no pasa con un iPad, no en contextos con poco acceso tecnológico.
En resumen, el empleo de una tableta electrónica en el aula debe ser bien estimado por el docente a partir del conocimiento previo de la comunidad estudiantil. La selección de la tableta depende de las necesidades de nuestros contenidos, productos a desarrollar y uso cotidiano. Las aplicaciones deben ser atractivas e intuitivas, para ello el estudio de las mismas y la experimentación es esencial. Android es más recomendable para uso estudiantil por costos y maleabilidad del sistema mismo. iOS funciona mejor para aplicaciones específicas y brinda mayor calidad en varios sentidos (velocidad, imagen, audio, etc.). Finalmente, evalúa tus necesidades y experimenta con la más adecuada para ti.
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