Maruan Soto Antaki ha puesto en marcha un proyecto que intenta acercar la literatura a los reos de los centros penintenciarios de la ciudad de México.
David Solís Sánchez | Boca Delta | Cultural Vox
Los años que se viven dejan huella, diferente a la que pudieran dejar aquellos que no hemos gozado. Vivir los hechos representa un logro para los seres humanos –el primero, para un desarrollo personal-, se trata de testificar y de ahí, los testimonios escarpan poco a poco una historia que no se construye individualmente; Aristóteles afirmó que el hombre no puede vivir aislado, que es un ser social por naturaleza. La sociabilidad pues, es un elemento preponderante para la sana convivencia de los hombres, filosóficamente hablando; sin embargo la misma sociabilidad encarece los valores y marca diferencias entre las personas.
De la sociabilidad parten también conceptos que, bajo un análisis delicado, se funden conductas sociales que para unos podrían ser buenos procederes mientras que para otros, no son siquiera concebidas; es decir, si se habla con una verdad que incomoda, habrá quien se sienta ofendido y seguramente nacerán cantidades de conflictos. La ventaja de lo anterior se avasalla a la idea de que, por fortuna, el hombre elige cómo actuar y con quién estar.
La pregunta que sobresale a cuento es: ¿Entonces cada quien decide cómo vivir?, la respuesta es ambivalente. No todos viven la vida que quisieran ni todos los que tienen la vida que desearon viven bien. Los hechos son una parte inherente al desarrollo de los hombres, y éstos también dan satisfacciones o también condenan. Por ejemplo, el 17 de junio de 2015, Ana Lagner publicó en el periódico El Economista una nota cuyo encabezado fue: “México, el segundo país más violento de toda América”. Los índices son tomados de la medición de Paz Global (2015) del Instituto para la Economía y Paz. México mantiene un segundo puesto, el primero lo tiene Venezuela y el tercero Colombia. A partir de estos indicadores se toma conciencia de lo que pasa en el país, al final los números se vuelven fríos. No todos los mexicanos son parte de la estadística en sí. Es aquí donde el concepto de Otredad, al que ha hecho alusión Maruan Soto Antaki durante los últimos meses, comienza a cobrar mayor relevancia para un proyecto que sin duda ya hacía falta.
La otredad permite a los hombres saberse diferentes, encaminarse al respeto mutuo y allana el camino para una buena convivencia. Maruan sabe que las cárceles de México tienen carencias, pero también reconoce que puede existir un factor de oportunidad para dar a los reos perspectivas que probablemente repercutan en sus vidas presentes o futuras, esto a través de la literatura.
Y bien lo reseña Antaki en su texto “Para leer en prisión” publicado por Nexos: “Ni todos los que habitan los penales son villanos, ni todos los villanos son irremediables. Claro que están los realmente malos, pero con muchos de ellos es complicado esperar algo y me rehúso a caer en el enaltecimiento de un criminal para el que no debería haber mayor futuro que aguantar su castigo. La indiferencia se encuentra al más por más, he encontrado posturas que se van a los extremos y la que muestra más desprecio es preocupante. Entre el allá ellos y el abandono, vemos un fracaso social que esgrime la ausencia de otredad, incipiente par a la del violento. (…) Cuando uno habla de sueños se refiere a dos conceptos, uno es la esperanza que da hablar con alguien, compartir experiencias y pensamientos. (…) Esa esperanza puede ser el único motor necesario para retomar una vida. Sin ella, mejor quedarse en la celda o si se sale, arreglárselas para volver. El otro es el sueño evidente, ese que viene dormido y se construye de lo que se vive, y se soñará mal si toca vivir con cuatro en una crujía para dos. No hay materia para hacerlo y puede que en ambos casos, una ínfima parte de ese material se encuentre en la literatura.”
La idea de Maruan nació después de un encuentro con estudiantes de nivel medio superior, de ahí la reflexión sobre el impacto de la literatura en jóvenes con características propias de su contexto, avivó para comenzar un proyecto que al día de hoy es una realidad. La intención ha sido ir a los centros penitenciarios, el autor de Casa Damasco ha invitado a varios escritores y periodistas a que asistan a compartir sus obras, con el compromiso de volver después para retroalimentar a profundidad lo que se comenzó en una primera visita.
La literatura se convierte en una clave para transformar vidas. Leer es un derecho humano universal. Con seguridad habrá un impacto que no soslaya el debate, que habrá gente que piense que quien está en la cárcel es porque se lo merece, que es gente que no debe gozar de un placer tan absoluto como es leer –para quien así lo considere-, o habrá quien repruebe este proyecto u otros de la misma envergadura sólo porque se cree que el trasfondo del mismo pueda tener intereses lucrativos. La única forma de constatar que las cosas funcionan es estar al pendiente de ellas, y si es posible, participando.
Jorge F. Hernández, L. M. Oliveira, Carlos González Muñiz, Alberto Ruy Sánchez, Ramón Córdoba y muchos más, estarán viviendo esta experiencia. Maruan Soto ha coordinado el trabajo y se ha deslindado de financiamientos públicos o privados para llevar los libros a los que viven en los penales, todo lo recaudado ha sido gracias a la colaboración de quienes se han sumado a la causa y a las editoriales que han otorgado descuentos para la adquisición de las obras.
Al considerar la sociabilidad de los hombres, la aceptación de la otredad y las propuestas de mejora, como la que ha realizado Soto Antaki, se entiende que aún hay mucho por hacer para una metamorfosis digna y necesaria que promueva el respeto y las segundas oportunidades. Ciertamente leer no hace buenos o malos a los lectores, ni leer podrá resarcir el daño que ha hecho alguien, leer más bien, es un acto de humildad que satisface necesidades personales, cada cual sabe cómo vivir su historia preferida.*
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