Efecto #Edu | Por David Solís Sánchez
He sido lo suficientemente auditivo para aprender. Me gusta escuchar, parece que soy mejor imaginando palabras que cayendo en el juego de la limitación que da el material visual. Tal vez he ahí la razón por la que –ahora ya sin planearlo- busco la forma de observar cómo se siente más cómoda la clase cuando debo ser guía, no necesariamente aplicando un test de VAK o dinamizando con técnicas que den resultados específicos, en la mayoría de casos hago un recorrido en el siguiente orden: voz, imagen-voz y movimiento.
La fuerza que de inmediato refleja cognición en proceso se centra en esa mágica combinación que no discrimina: lo audiovisual (imagen-voz y añadiría sonidos). El trabajo de comprensión es completo, porque algo vivo hay de por medio. Las imágenes por sí solas abren caminos insospechados de subjetividad, sin embargo bajo una conciencia de aprehensión el material visual se convierte en una buena medida para expresar ideas, incluso la aplicación de diagramas como el ya conocido Mapa Mental de Buzan que rompe el paradigma de la imagen en sí para completarla con conexiones, palabras y una organización que tiene fines básicos. Por otra parte, se encuentran también las infografías que de manera breve y concisa reflejan datos relevantes vestidos de creatividad y buen gusto.
Si el material visual se ha vuelto requisito de miles de profesores –tradicionales o innovadores- queda claro el nivel impacto que ha logrado en los aprendices, las desavenencias nunca faltarán y ante ello, hurgando por sitios web y blogs de colegas hay un punto en común: cuando la imagen ha trascendido tanto queda el reto de completar el éxito, combinarla con otro elemento: el audio. Un mapa, esquema o dibujo simple consuma su cometido cuando el autor lo explica.
El factor audiovisual ha evolucionado por circunstancias generacionales, no es la meca de las actividades de Enseñanza-Aprendizaje pero sí representa en los estudiantes un producto acoplado a su época, a su vida. El profesor recordará aquellas clases que le resultaron atractivas porque sus maestros utilizaron proyectores de acetatos o grabaciones en casetes, con el tiempo con la llegada de un videoproyector hubo aspiraciones más sólidas. Nuestros alumnos no esperan una presentación de Power Point, esperan la tridimensionalidad, una realidad aumentada que les permita incursionar, ser partícipes del contenido que se les enseña con ayuda de la tecnología.
Estamos en el trance de la adaptación. Los docentes nos empeñamos en la actualización. Y entonces también crece nuestro intelecto TIC, esa capacidad que nos permite relacionar lo que hay con lo que se quiere. Las imágenes en un papel Bond que usaban y usan los alumnos comienzan a sufrir despedidas, los carteles digitales van ganando terreno. Y aquí es donde entra tanto la concepción de Buzan, la de Novak y Gowin y además podemos incluir el aterrizaje del conocimiento por medio de las inteligencias múltiples de Gardner: constatar que lo que leemos en textos o analizamos en gráficos, lo que vemos en general puede ser mejor cuando lo combinamos con el audio. Basta comparar en los estudios de preferencia de los usuarios sobre sus redes sociales favoritas y funcionales, los resultados son predecibles, por encima están aquellos sitios donde el contacto directo se basa en la comunicación textual, gráfica y videográfica, siendo un elemento crucial la retroalimentación de lo compartido. Facebook y Twitter se mantienen en los primeros lugares gracias a sus modificaciones en la admisión de formatos múltiples en los archivos que se publican, sin embargo redes sociales como Instagram tienen menor efecto por el tipo de contenido que manejan. Otro punto que nos hace ver lo aprovechable que puede ser una de las herramientas más completas para el aprendizaje: las audiovisuales.
En un pequeño estudio de caso se hizo lo siguiente: se manejaron tres grupos diferentes con características en común. A los tres se les solicitó una semblanza personal, al primero se le pidió generarla en texto, al segundo en un cartel y al tercero se le solicitó elaborar un vídeo estilo “Draw my life” (una tendencia usada por los blogueros actuales para contar sus vidas por medio de dibujos y una narración dinámica). El proceso de observación permitió identificar el aprovechamiento de las herramientas, en efecto, las historias en textos hicieron que los alumnos se abrieran más en contar su vida, fue un acercamiento íntimo y bien pensado, se sabían en su propia historia contada para sí mismos, pocos preguntaron si en algún momento alguien más, además del maestro, las leería; en el caso de los carteles, escatimaron mucho en hechos importantes, se basaron en la calidad del dibujo y redujeron su vida a unas cuantas viñetas sin hacer análisis de fracasos o tropiezos, sabían que los carteles los mirarían el resto de los compañeros; finalmente, los que hicieron el video, trabajaron ambas cosas, la narración escrita (guión) y además la representaron gráfica, hubo mayor mediación de los hechos, no exageraron en anécdotas pero tampoco omitieron aspectos importantes, definitivamente hubo vídeos aburridos, otros divertidos y de los menos, muy tristes. Después de la actividad se requirió a tres jóvenes para que eligieran una historia de tres (contadas de diferente manera: texto, imagen y video), dos eligieron video y uno el cartel.
Los resultados son cambiantes, cada contexto como siempre se señala es variable. El algunos casos servirá esta percepción, en otros no. La intención de reconocer el factor audiovisual permite la valoración de las herramientas de grabación, edición y de compartimiento de videos. El asunto es experimentar, si funciona considerarla en ciertas actividades que ameriten de esta práctica.
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