Efecto #Edu | Por David Solís Sánchez
Nuestras conciencias por fortuna, no son las mismas. Por mucho que pasen los años y las generaciones cambien hay cosas que seguirán ahí, repitiéndose: la duda, la enseñanza, el aprendizaje y por tanto, la sobrevivencia. Hoy por hoy crecen las expectativas de la educación, cómo han crecido en décadas pasadas, los resultados no siempre favorables han permitido recobrar posturas y cometer errores. Las reformas pueden llegar e irse dejando huellas atroces, los maestros pueden cambiar o no sus métodos, los alumnos pueden dejar o no la escuela, y con todo esto, la educación sigue –casi siempre de manera informal-.
El aprendizaje basado en competencias, la colaboración, los saberes y otros conceptos han articulado la educación moderna, la nueva, la que nos deja ser entes que sepan enfrentarse a la vida y además nos enseña a construir una mayor autonomía personal y a trabajar con los medios electrónicos. La idea no es mala, lo malo puede ser lo que cada quien entiende a la hora de experimentar con los estudiantes. Los indicadores finales representarán los aciertos y ahí veremos de nueva cuenta que la conciencia de cada maestro es diferente y de aquí puede llegar una sugerencia que sin duda nos compromete aún más con la labor profesional de la educación: la actualización.
No hablo de actualizaciones superficiales que se realicen para llenar espacios, tampoco de sesiones que repiten una y otra vez los temas de siempre y que poco sugieren con las necesidades de los alumnos o del centro escolar, tampoco hablo de aquellas reuniones que se convierten en campos de batalla campal de docentes contra docentes. Hablo de aprendizaje real, de esfuerzo y sobretodo de disposición. La idea del profesor –sin generalizar- es que todo el tiempo invertido en la institución donde labora debe ser retribuido con un salario, llámense horas tutoriales o de asesoría, proyectos académicos extracurriculares, actividades culturales, etc. Lo cual se convierte en una barrera enorme que se encadena con exigir cursos que deba pagar el estado o actualizaciones donde no haya inversión alguna por parte del trabajador. Sin embargo como pocas veces llegan esas oportunidades, y cuando llegan son muy malos cursos –según opiniones diversas- que optan por no integrarse a tales programas de enseñanza-aprendizaje.
Bajo la situación ya mencionada, es menester mencionar que aún con todo lo político que involucra el ámbito educativo, el maestro está obligado a prepararse, indistintamente de la fuente de actualización, pero tomarlo en serio, si bien su economía o el tiempo no le permite integrarse a cursos específicos, dejemos pues la opción de los cursos abiertos online y no sólo eso, es viable también la creación de un PLE (Entorno Personal de Aprendizaje) que lo lleve a reconocer sus capacidades y poner atención en las carencias que pueda mostrar. El uso de recursos educativos abiertos siempre son garantía si se usan adecuadamente: las comunidades docentes, las redes de aprendizaje colaborativo y de intercambio de experiencias escolares, los MOOCs, los webinars, los podcast y muchas otras alternativas siempre son una fuente latente de actualización, el objetivo es no “estancarse”.
A propósito de esta percepción que comparto con ustedes, revisaba un video (ya de hace unos años) del Dr. José Escamilla de los Santos, Director de la Escuela de Graduados en Educación del Tecnológico de Monterrey, donde habla precisamente de la influencia de los Recursos Educativos Abiertos en México y además, nos brinda opciones de participación en sitios definitivamente importantes. Los dejo con el vídeo.
Temoa: http://www.temoa.info/
Red Clarise: https://sites.google.com/site/redclarise/
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